Hoy, 2 de abril, como todos los años, los portales de noticias, los medios, las distintas instituciones del gobierno, la patria entera, conmemora a los caídos en Malvinas y a los veteranos que en ese abril de 1982 no eran más que solo pibes con escasa o nula preparación militar.

En todos lados está instaurado. Es necesario para la consciencia colectiva y nacional saber que hoy se conmemora ese día, pero también, entender que la guerra fue un hecho utilizado como una propaganda de salvataje para el gobierno militar. De la misma forma que lo fue el mundial del ‘78, estrategia que buscó ocultar el manejo oscuro del gobierno de facto. No funcionó. Mandaron pibes a morir, jóvenes con sueños, y ganas de seguir viviendo. Muchos no querían ir a la guerra, otros no terminaron el colegio y ni habían decidido que querían hacer de su futuro. Morir, no era una opción. Pero Malvinas, en nombre de la patria, demandaba su lealtad.

Ahora, la historia oficial se empeña en invisibilizar a las mujeres que estuvieron presentes y que sufrieron, no una, sino varias veces, maltratos físicos, psicológicos y sexuales. No quiero contribuir a ser parte de aquello, por eso, me tomo este tiempo para contar lo que a mi compete.

En lo particular, tuve el honor de trabajar en el 2017, en un proyecto de extensión en la Universidad Nacional de Córdoba. Me habían pedido recalcar la vida de una de las mujeres que había sido enfermera durante el conflicto. Ella era Claudia Patricia Lorenzini, tuve acceso a una serie de entrevistas que se le realizó, gracias a una compañera que estaba a cargo del proyecto, Helena Otero.

Mi cercanía fue temporaria, pero aún hoy, lo recuerdo. Y sí, mi carácter hace que cada dos por tres esté molesta, en este caso, sucede que no se reconocen los hechos, el miedo de exponer tanta crueldad, y frialdad ante estos hechos, inclusive, haciéndome pensar que quizá son blindados por el nivel de violencia que acaparan.

Claudia había soñado toda su vida con ser monja, y por razones económicas, tanto de su familia como del país, no pudo seguir con sus estudios. Su mamá, le insistió para que en 1981 comience el Período Selectivo Preliminar de la Marina. Claro, en ese lugar recibía maltratos, pero la excusa era forjar su carácter. De la misma manera, se aprovechaban de su autoridad, abusaban y violaban a las mujeres que realizaban ese PSP, e incluso las culpabilizaban, porque claro, el mundo militar “es de machos”.

Sin poder con tanto dolor, Claudia pidió la baja ese mismo año, sin embargo, en pleno gobierno militar, estaba casi imposible hacer lo que une quisiera. Así que antes de dejarla ir, le pidieron la jura a la bandera, donde prometió lealtad a la patria. Es por eso que su baja no duró más de 3 meses.

En enero de 1982, la convocan nuevamente. La patria necesitaba de todo el pueblo que había prometido lealtad a la bandera en algún momento.

Y Claudia había realizado esa promesa, así que vuelve, pero también vuelven las noches de llanto, la ansiedad, los maltratos físicos, psicológicos y también las violaciones que sufría por parte del general Italia. Italia y la guerra. La guerra e Italia. Como una analogía, las dos caras de una moneda, dos sombras que iban en paralelo, marcándose, su vida, su historia, y la de toda una nación.  

Estoy hablando, no sólo de la violencia sexual a la que se vio sometida Claudia, ya que este caso fue solo uno de los tantos. Claudia fue una de las primeras en contarlo, y dio paso para que muchas otras mujeres cuenten sus experiencias vividas en Malvinas.

Fueron más de 100 mujeres, no digo que hayan sido todas abusadas, pero estoy segura que todas se vieron sometidas a sumisiones psicológicas y físicas durante la guerra. Y también todas padecieron, después de la guerra, la violencia simbólica que es que te dejen fuera de la historia. Porque sí, el silencio también es una forma de violencia.

Claudia murió en el 2017, dos meses después de que terminé de realizar ese trabajo en el que usé  su testimonio como hilo narrativo de toda la trama. Y puede que no esté en lo cierto cuando digo que “murió”.  

Falleció el miércoles 30 de agosto en el Hospital San Martín de La Plata, al cual llegó por la mañana del lunes con las vías respiratorias y la mitad del cuerpo quemado. Antes de su muerte, alcanzó a decir que ella misma había sido la autora del hecho, sin embargo, su familia y allegados dudan de eso.

Hoy, 2 abril, también es importante recordarlas a ellas, quienes sufrieron, no solo en la guerra, sino también después. Como muchos excombatientes. Pero, no estoy comparando los dolores que tiene o ha tenido que sobrellevar un ex combatiente con los abusos sufridos por una mujer enfermera en una guerra.

Tenemos que entender que la democracia en la que vivimos, se consolidó en base a todas estas historias, y  es importante, no sólo recordarlo sino también reconocerlo, porque sólo de esa forma podremos comprender y abrazar el significado de lo que es la soberanía. El silencio y el olvido, son formas de violencia. Por eso, repitamos cada vez que podamos, ni olvido ni perdón. Es necesario, para la consciencia colectiva y nacional, saber que sin ellas, muchos no serían ex combatientes, sino quizá, sólo caídos.

Por: Romina Morton Delgado

Imágenes de archivo: Helena Otero