Una compañera avisa con un mensaje “Hoy la policía mató a otro pibe” y automáticamente envía links de medios informativos. Leí el mensaje y la bronca me lleno el cuerpo hasta transformarse en un nudo en la garganta que disipo la indignación de la primera reacción y se convirtió en una profunda tristeza. Más temprano había pasado por calle General Paz, y mantuve la mirada fija en un cartel con la frase “No te olvidaremos”: El rostro de Facundo Rivera Alegre completaba la imagen en ese mensaje que mantiene viva la memoria del “Rubio del Pasaje”, desaparecido en democracia, desde ya hace 5 años. Intento contener el dolor que me golpea el pecho, pero lo siguiente que pienso es que con mucha angustia un nombre más va escribirse en las banderas de la Marcha de la Gorra: El nombre de Franco Amaya.

Franco y su primo Agustín circulaban en moto cerca de las 2 de la mañana entre las Calles Alem y Los Gigantes en Carlos Paz. Los pibes se dirigían a la casa de Agustín y desde allí irse al baile de Ulises Bueno. Dos efectivos de la Policía de la Provincia de Córdoba estaban en el cruce de las calles, y uno de ellos interviene haciéndoles señas de detención para realizar un control de rutina. “El policía salió de repente, un metro antes de que lleguemos y saco el arma. Mi primo quiere frenar y cuando empezó a hacer los rebajes, el policía le disparo de una, sin pensar nada” conto Agustín a la prensa local.

Franco llego al hospital, pero ya no había mucho por hacer: A los pocos minutos falleció de un paro cardio respiratorio producto de una herida de arma de fuego en el tórax, “no tuvimos éxito en la reanimación”, expreso Judith Barrera, la directora del Hospital Sayago, en entrevista con Radio Universidad.

El oficial de la Policía, Rodrigo Belardo Bustos, está imputado por homicidio agravado, y su compañero a cargo del control por “omisión de deberes de funcionario”.

Un crimen más del Estado. Otra vez la Policía de Córdoba se cobra la vida de un pibe, haciéndolo víctima de la impunidad creciente ante la violencia institucional, particularmente del gatillo fácil que ya arrebató 77 vidas en lo que va del 2011 al 2016, según estudios realizados por el Observatorio de Derechos Humanos de la UNC. La CORREPI, en el informe de este año, concluyo de que la fuerza pública provoca la muerte de una persona cada 25 horas (http://latinta.com.ar/2016/12/informe-correpi-la-muerte-viaja-en-patrullero/) , además de que Córdoba representa una Policía que tiene un promedio de un joven muerto por mes por gatillo fácil y más de 150 casos en 10 años (http://marchadelagorra.org/carta-abierta-al-estado-policial-2/) posicionándose como la tercera más criminal en orden nacional.

A igual que Yamila Cuello, Ezequiel Barraza, David Moreno, el “Guere”, Jorge Reyna, Vanesa Castaño, Laura Moyano, Lautaro Torres y los cientos de pibes y pibas perseguidos por el aparato represivo del Estado, Franco Amaya tenía sus sueños. Estudiaba, trabajaba y quería ser peluquero. Esa noche solo quería divertirse en un baile de cuarteto, y en solo unos segundos todos sus sueños se murieron con el impacto del plomo en su pecho. Una bala de plomo gatillada por la institución policial, eso no hay que olvidarlo jamás porque no se tarda demasiado en empezar a considerar que el asesinato fue un hecho aislado que se despega del accionar de la fuerza policial en su conjunto, y que se consumó en sucesos individuales de quien cumplía un deber público en aquella calle de Carlos Paz. Franco Amaya representa el desenlace criminal de un aparato de acción represiva, organizada y ejecutada por el Estado Policial.

Ahora Laura Cortez es una madre más, desgarrada por la ausencia de un hijo arrebatado por la Policía, y me pregunto ¿Cuánto nos falta? Al igual que le falta a Viviana Alegre, al igual que le faltan a cientos de familias que copan las calles del centro de la Ciudad, con las fotos de los pibes y las pibas (que faltan), gritando al unísono: “El Estado es responsable”.

¿Qué más se puede hacer? Las calles de Carlos Paz se convirtieron en un grito unido de Justicia, y así será hasta que la condena alivie la tristeza, cure las heridas, a pesar de que no nos permita olvidar, ni perdonar. ¿Cuánto nos falta?, me vuelvo a preguntar. Franco le falta a Laura, pero también me falta a mí, te falta a vos, y nos falta a nosotros. Franco estudiaba como yo, trabajaba como vos, quería salir a bailar como nosotros. En serio, ¿Cuánto nos falta para entender? Para entender que no podemos convivir con tanto miedo y violencia. En Diciembre de 2016 sentíamos que nos faltaba menos cuando la Justicia, por fin, cayó de nuestro lado y condenaron a Ramón Leiva y Lucas Chávez por el homicidio calificado al “Guere” Pellico, en un suceso similar al de Amaya en Barrio Los Cortaderos. Y ahora nos vuelve a faltar uno. En Córdoba nos falta Facundo, Yamila, Ezequiel, Vanesa, Laura, Lautaro, Ismael, Santino, Lucas, Omar, Miguel, Julián, David… Nos falta el aliento. Pero lo único que nunca nos va a faltar es la convicción firme de no olvidar jamás, y la voluntad inquebrantable de ganar las calles alzando las banderas de los que nos faltan, demostrándole al Estado que no vamos a parar hasta que se haga Justicia, y que en nuestros rostros puedan ver, que lo que no nos falta es la esperanza.

Colantti, Matías