716 víctimas, 581 testigos y 43 imputados. Luego de 3 años, 8 meses y 21 días de Juicio, el jueves 25 de agosto se dictó en Córdoba la Sentencia de la Megacausa La Perla – Campo de la Ribera. Hubo alrededor de 10.000 personas afuera de Tribunales Federales. Sindicatos, estudiantes y medios de comunicación. Banderas, fotos de desaparecidos, florcitas.

El día de la Sentencia de la Mega causa La Perla y Campo de La Ribera, un grupo de radios alternativas y comunitarias se juntaron para cubrir el día histórico. La “Cadena de Radio Para la Condena” estuvo trabajando desde temprano -desde los días previos- y hasta la tarde. Haciendo radio abierta y radio en vivo desde el camioncito -bueno, camionazo- de La Defensoría del Público, re trasmitiendo por todo Córdoba, por todo el país, y más allá también.

Hacía tres horas que el sol estaba pegando fuerte, pero recién se lo sintió cuando terminó la lectura. Después de los festejos y cuando el cuerpo empezaba a pedir sombra, el camión de la radio fue un mundo de gente. Periodistas manejando las redes, los que buscaban agua, los productores trayendo y llevando entrevistados, los que venían eufóricos a contar algo que pasó afuera y se iban, algún curioso que entraba “pa ve qué onda el camioncito”. Gente emocionada, cálida, gente alegre.
Sentadas dentro del camión, con calor, esperando su turno para ser entrevistadas, estaban ellas, las principales de esta historia, las verdaderas protagonistas. Las perseguidas políticamente, las torturadas. La hermana, madre, hija de la víctima de un episodio atroz, de las víctimas del plan más grande de tortura y exterminio de Córdoba, durante la última dictadura militar.
Claro que podían esperar su turno, si habían esperado tanto este momento. Y no hablo de la espera de la sentencia tras 4 años de juicio, hablo de la espera de la justicia tras 40 años de angustia y de lucha permanente.
Cuarenta años de encierro y hasta que se hizo la luz.* * *
-¿Quiere agua?, ¿Quiere sentarse? -Le preguntaban a una señora chiquita y arrugadita.
Ahí estaba Pituca Avendaño con su pañuelo blanco en la cabeza, impaciente e inquieta.
-No, me quiero ir. Pero antes necesito contar lo que pasó allá adentro.
No tardó nada. Llegó al camión muy acelerada, se sentó, se paró y esperó parada. Enseguida entró al sector de la radio, contó la parte picante de la Sentencia, los cruces entre los represores y los que estaban en la sala, las amenazas, chicanas, cantitos. Y se fue.
Pituca es una referente barrial en Villa El Libertador. Es una de las tantas Madres de Plaza de Mayo y una luchadora de vida. En 1976, secuestraron a su hija Juana del Carmen con sólo 27 años. Juana fue detenida en el Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio “La Perla” y hasta el día de hoy continúa desaparecida.* * *
Ganas de hablar, de reír, de llorar, entre tantos sentimientos juntos. Ganas de descansar un rato, estar tranquila y callada, ganas de abrazar. Tanto tiempo y tanta cosa vivida estaba ahí, reducido en un solo minuto, congelado en un ahora, en un momento preciso. Porque a pesar del alboroto de afuera y del murmullo de adentro, a su lado se percibía la calma, la calma y la alegría de un tiempo despierto, de un presente de paz.
-¿Cómo estás? –Le preguntan a Hilda Olmedo que estaba sentada, esperando que su hermano Daniel terminara con la entrevista.
-No sé. Rara, feliz.
Hilda es abogada y durante la dictadura fue perseguida, ella, sus amigos más cercanos y toda su familia. Vivió un tiempo en Jujuy y hoy está en Córdoba de nuevo.
En el ’76, la Triple A tomó la casa donde vivían sus dos hermanos y su cuñada. No los encontraron entonces la hicieron volar con explosivos. Al tiempo, lo mataron a su hermano más chico, a los 19 años, así, sin más que más. Horacio, su otro hermano escapó con su pareja, pero también los encontraron. Hilda perdió a dos hermanos y a su cuñada embarazada. Todos eran jóvenes estudiantes de ingeniería, de medicina, abogacía, con ganas de hacer, de crear, de ayudar.* * *
-Que impresionante, ¿no? –Dice Cris, también una perseguida política- Digo, pienso, qué hubiese sido si nada de esto hubiera pasado. Qué sería la Argentina de hoy con todos ellos, si todas esas mentes brillantes estuviesen vivas.
Cris es docente y actualmente trabaja con jóvenes en distintos espacios, porque aprende de ellos y cree que ellos son el presente y el futuro. Fue militante y por eso, perseguida. Y en aquellos momentos difíciles en los que había mucho miedo para militar, lo hizo desde la docencia y durante 25 años dio clases “diciendo lo que no se decía y tratando de promover valores”.
-Militamos cuando nos duele la situación de los otros. Militamos en la vida, para ayudar y para promover una mejor calidad de vida. Yo digo que hay que ser honesto, tener valores y hay que preocuparse por la situación de los otros.
Cada época tiene su contexto. La militancia de los ‘70 es diferente a la que se vive hoy, pero es importante la escucha y de eso, el entendimiento y el aprendizaje. Desde su lugar de educadora y de militante, de luchadora y sobreviviente de un periodo asesino de la historia, Cris reflexiona sobre la idea de militar en son de “promocionar derechos” y sobre la idea de memoria, una memoria que es activa y debe ser colectiva.
-Ceo que tenemos cosas que contar, nuestras vivencias, nuestros errores, nuestros aciertos y nuestros dolores. La memoria es para los jóvenes, para que luchen por los derechos que se le van generando, nuevos. Nosotros queríamos una sociedad más justa igualitaria equitativa. En realidad, la memoria es para nosotros, nuestros hijos y nuestra posteridad. Es saber que esto que sucedió, fue una atrocidad que no raya ni siquiera lo animal, tanto por la violación humana como por la falta de escrúpulos.
Cris habla rápido y dice mucho. En un momento se interesa por mí, me pregunta de qué radio soy, me sonríe y sigue reflexionando.
-Que otra vida hubiera sido, ¿no? Porque eran militantes con muchos saberes, que se esforzaban por aprender permanentemente. Eran inteligentes y muy capaces. No se tiene que olvidar a los compañeros. Muchos eran militantes pero otros a penas se interesaban, algunas simplemente eran amas de casa, y la mayoría fue expulsada del país, fue perseguido.
A estas alturas, el camioncito de la Defensoría del Púbico es un lugar de paso más. Cris es la única que queda sentada. Me habla y me mira a los ojos, aunque sabe que ya es momento de ir terminando.
-El golpe del 76, ellos -los militares- lo justificaron por la guerrilla, pero habrán sido 3 mil guerrilleros. El verdadero sentido del golpe fue económico. Porque nosotros habíamos conseguido un desarrollo industrial, un desarrollo en la parte de conocimientos que no les convenía. Había que aplastarnos. Por eso nada más y nada menos que 30 mil. Había que aplastar a muchos -lo dice resaltando la palabra “muchos”-. Jamás pensaron que se les iba a mover el piso.
* * *
Durante la lectura de la Sentencia fue casi imposible no pensar en las 716 víctimas que implicó esta Megacausa. Pensar en que desde algún lugar, los compañeros desaparecidos estarían mirando, conociendo la larga lucha que hizo tanta gente. Las madres y las abuelas, los periodistas, los abogados y tantas organizaciones sociales que trabajaron para que esto llegara, para que 40 años después, por fin se haga justicia.
Durante la lectura de la Sentencia, la calle de Tribunales Federales estaba repleta. Era raro estar ahí, en ese lugar, viviendo y sintiendo el momento histórico. Se sentía como dijo Hilda, raro, pero feliz. Se respiraba aires de unidad, el sentimiento era compartido, era esa la cara de la memoria colectiva. Familias enteras, grupos de amigos, estudiantes de Argentina y de América Latina.
Entre las banderas de las agrupaciones y las fotos de desaparecidos, florcitas. Flores rojas por todas partes, en el pelo, en los árboles, en carteles y en el escenario también. Un 30.000 formado con claveles rojos, hacía frente a una multitud de personas que miraban la pantalla, atentos a la lectura de la sentencia. Se abrazaban, se miraban y festejaban cada condena hasta las lágrimas.* * *
-De repente, Menéndez –dice Cris y abre grande los ojos-, verlo en los campos de concentración y ahora verlo acá. Uno dice: “Perdón pero te llegó la justicia”.
Esa emoción colectiva, que es la memoria viva, no se trata de unas “ansias de venganza”. Porque a nosotros, al pueblo argentino, a los miles y miles que no están, los mataron sin temblar, los dejaron morir colgados, los vaciaron de todos lados.
Esa emoción colectiva fue porque a los 43 imputados del Juicio, les llegó su justa sentencia.

Para 28, perpetua.Por Daniela Carrizo