Domingo Faustino Sarmiento falleció el 11 de septiembre de 1888, fecha por la cual, hasta el día de hoy, se lo conmemora como el “día del maestro”. Además de haber sido presidente de Argentina, entre 1868 y 1874, es considerado uno de los grandes prosistas argentinos, y denominado “el padre del aula” por el gran impulso que le dio a la educación en nuestro país. Pero ésta, es sólo una parte de su historia, la otra no se conoce o se debate poco en las escuelas. ¿O podríamos decir que no quieren debatirla o darla a conocer?

Sarmiento llevaba como bandera la idea de “progreso”. Hizo hincapié en modernizar al país con prácticas de los países desarrollados de Europa: alentó la inmigración, permitió el asentamiento de educadores europeos y estadounidenses, construyó escuelas y bibliotecas públicas a imagen de las europeas, y abrió las puertas a la moderna ciencia occidental.

En su libro escrito en 1845, Facundo o Civilización y Barbarie en las pampas argentinas, expresa: “Todo lo que de bárbaros tenemos, todo lo que nos separa de la Europa culta, se mostró desde entonces en la República Argentina organizado en sistema y dispuesto a formar de nosotros una entidad aparte de los pueblos de procedencia europea.” Así, el “progreso”, lo “europeo”, lo “urbano”, eran para él, sinónimos de “civilización”. Esto, estaba unido a la estrategia de combatir a la “barbarie” (lo rural, el atraso, el indio, y el gaucho).

Claramente, Sarmiento defendía la pureza racial, un concepto clave en el ideal eurocentrista. Esto, se puede ver en una carta que le escribe a Bartolomé Mitre, el 20 de septiembre de 1861: «Se nos habla de gauchos… La lucha ha dado cuenta de ellos, de toda esa chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esa chusma criolla incivil, bárbara y ruda es lo único que tienen de seres humanos.»

Por otro lado, ha legitimado y justificado el genocidio sobre los pueblos originarios. Lo hizo con el pueblo guaraní, durante la Guerra del Paraguay o llamada también, Guerra de la Triple Alianza (1864 a 1870). Obtenido el triunfo, Sarmiento dijo en otra carta a Bartolomé Mitre: “Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva y colonial… Son unos perros ignorantes… Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era necesario purgar la tierra de toda esa excrecencia humana, raza perdida de cuyo contagio hay que librarse.” (Artículo de «El Nacional», 12 de diciembre de 1877).

Pero esto no termina acá, el desprecio continuaba hacia los más pobres: “Si los pobres de los hospitales, de los asilos de mendigos y de las casas de huérfanos se han de morir, que se mueran: porque el Estado no tiene caridad, no tiene alma. El mendigo es un insecto, como la hormiga. Recoge los desperdicios. De manera que es útil sin necesidad de que se le dé dinero. ¿Qué importa que el Estado deje morir al que no puede vivir por sus defectos? Los huérfanos son los últimos seres de la sociedad; hijos de padres viciosos, no se les debe dar más que de comer.” (Discurso de Sarmiento en el Senado de la Provincia de Buenos Aires, 13 de septiembre de 1859).

Es cierto, Sarmiento es del siglo XIX, de otro contexto histórico. Pero, es injustificable su pensamiento, cualquiera sea el tiempo y espacio histórico. Lamentablemente, esas ideas siguen dando vueltas en Argentina; claro ejemplo de ello, lo representa el caso Santiago Maldonado, con el cual, los medios de comunicación más poderosos, aprovecharon para construir al “enemigo mapuche”: “Violentos”, “terroristas”, fueron algunas de las palabras que utilizaron periodistas como Jorge Lanata, para definirlos. ¿No son muy parecidas a las palabras empleadas por Sarmiento?

Para no repetir la historia, hay que elaborarla. Para ello, necesitamos conocerla.

Nota: Luciana Laguardia