La tarde se marcho, llego la noche y el mar era un leve murmullo que acariciaba el barco, ella se apodero del silencio, debíamos ir a dormir ¿Pero quien podía dormir con ese momento? era algo muy particular lo que nuestros corazones podían esbozar, los sentimientos hacían su juego mas cruel y se ensañaba con lo por venir, esto ya había dejado de ser un simple ejercicio militar, habíamos pasado la prueba de dejar de ser un recluta, a ser verdaderamente un soldado, salvo que esa diferencia, no se había marcado aun, nosotros, los soldados que habíamos sido incorporados en Febrero del 82, todavía, no habíamos Jurado a nuestra Bandera, y ya estábamos dispuestos a jugarnos por ella.
No recuerdo cuantas horas dormí, ni si verdaderamente pude hacerlo bien, creo que mas de una vez me desperté alterado pensando en ese momento, mi pensamiento oscilaba entre lo por venir, mis viejos y hermanos que habían quedado allá lejos, me acosté en mi cama, y comencé a recordar aquellas cosas que mis 18 años me permitían recordar. En algún momento del sueño, note que se interrumpía. Desde el sollado de abajo, comenzaban a subir los soldados de la Infantería de Marina, mis compañeros, aquellos que debían desembarcar, estaban ultimando los últimos detalles, pronto ellos también debían dirigirse a los VAO para embarcarse al destino de esa osadía, recuerdo que a un compañero se le había cortado su rosario, el es Jose Luis Almonacid, me lo pidió, nunca dude en dárselo, mas le desee que todo fuera para su bien, y en pocos instantes, nos saludamos en ese sollado, ninguno podía saber del futuro, creo que en ese momento, trate de recordar a cada uno de ellos, no sabia, si volvería a verlos, los vi subir las escaleras y aun recuerdo su pisar en la misma, y hasta el suspiro de ellos al momento de marcharse.
No se si hoy, en la distancia del tiempo fui pesimista o exagere en el pensamiento, pero algo de falta de fe me invadió mi alma en aquel momento, se lleno de una amarga espera, pues no sabia el resumen de tal circunstancia.
Ya había pasado un buen tiempo desde que se marcharan mis compañeros, a través de las paredes de metal del barco, a lo lejos, se oían las detonaciones de las acciones que se llevaban a cabo. Cuando ya había amanecido, subimos a la cubierta del barco, y pude apreciar por vez primera ese territorio, a no mas de 500 metros de la costa. El Cabo San Antonio había echado sus anclas al ingreso de Puerto Argentino, nos dicen gente de la Armada que hacia un breve instante, algunos proyectiles de artillería habían pasado por arriba de nuestro barco, habían errado al blanco. Promediando la hora 08,oo de la mañana un infante de Marina tenia una radio de bolsillo y había sintonizado la frecuencia de la radio de Malvinas, donde en ese momento el Gobernador de las Islas, Rex Hunt, mediante traductor, entregaba a nuestras tropas, las Islas.
A lo lejos, distante del lugar de la casa de Gobierno, se oían pequeñas escaramuzas de ametralladoras, que en poco tiempo comenzaron a callar. A todo esto, la radio que emite nuestro Himno Nacional Argentino, un momento irrepetible que hizo que las lagrimas de los que estábamos presente, no pudimos evitar, había contemplado a poca distancia, ese momento que jamas volvería a repetirse en mi vida.
Pasaron algunas horas, hasta que el Cabo San Antonio es autorizado a llegarse al muelle del hasta ese día, Port Stanley, bautizado temporaria mente, Puerto Rivero,
Al dirigirse este, navegando hacia el muelle, pude apreciar ese pueblo, donde predominaban casas blancas de madera, con techos de color, vi en primer lugar una vieja embarcación de madera hundida a nuestra izquierda, su cementerio, mas adelante el muelle donde debíamos desembarcar.
Nuestras tropas ya se habían multiplicado en el lugar, debido a que ni bien se habían tomado las Islas, comenzaron a llegar los aviones que reforzarían con soldados ese lugar.
Por fin el buque rozo el muelle, y debimos bajar, mientras yo, marchaba en descenso me imagine algo que no lo realice en su momento, y que se me había ocurrido mas no se porque no lo hice, ese acto hubiese consistido simplemente, en arrodillarme y besar el muelle, recordando ese sueño que cuando niño, me imagine conocer ese suelo.

Daniel Velez, Veterano de Guerra de Malvinas. Almafuerte, Córdoba.