El calor de la tarde nos recibió en Colón y Cañada ese 25 de noviembre. En conmemoración del asesinato de las hermanas Mirabal por la dictadura de Trujillo es que nuestros pasos se fundieron con los de ellas y con los de millones de mujeres en todo el mundo que salieron a las calles ese día.  El Día Internacional de Lucha contra la Violencia hacia las Mujeres se remonta a más de 50 años atrás, y sin embargo hoy, permanece tan latente como en ese momento.

Como todos los años la heterogeneidad de personas reivindicando la causa se hizo presente en las calles de nuestra Córdoba: mujeres, el colectivo LGBTIQ+, hombres, niñas y niños. “Paren de matarnos” rezaban los carteles, “Justicia por Laura Moyano”, “Paola Acosta presente”. Con tanto dolor hecho cuerpo parece mentira que los gobiernos sigan negando una Ley de Emergencia. Las exigencias eran múltiples: basta de crímenes de odio, basta de justicia machista y patriarcal, basta de feminización de la pobreza. Los pañuelos verdes se multiplicaron demandando Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Una intervención realizada por un grupo de mujeres representaba a países de Latinoamérica y mostraba cómo la violencia machista es un eje que nos atraviesa como región. Una unión trágica que descubre cifras terribles de miles de vidas de mujeres arrebatadas.

Es cierto que se recrudecieron los ataques a mujeres, a lesbianas y mujeres trans, pero también es cierto que cada vez son más las redes de protección que se entretejen entre nosotras. Una comunidad que se fortalece y se expande. Sabemos que salir a marchar no va a hacer que de la noche a la mañana se acabe el patriarcado y su brutal violencia. Pero tenemos muy en claro que cada marcha, cada expresión nuestra en las calles, en los espacios públicos, es una prueba más de que esta revolución avanza.

El dolor y la bronca se plantan firmes en el asfalto, las disputas se juegan en los territorios, donde se dan las instancias de reconocimiento entre nosotras, y donde se prueba la fuerza del colectivo. La realidad de que juntas podemos.

Por las calles siguen resonando con fuerza los ecos de nuestro canto “Ni una menos, vivas y libres nos queremos”.

La complicidad en los encuentros

Al día siguiente en el Parque de las Tejas, el colectivo Ni una menos, con la participación de otras organizaciones, realizó actividades en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Por diversas razones se reprogramaron las actividades que se tenían pensadas en un principio, pero de todas formas se realizó la jornada. Un encuentro testigo de la complicidad que se genera entre personas que luchamos por lo mismo. Universidad Abierta habló con Julieta Fantini, miembro del colectivo Ni una menos, que nos comentó: “Este tipo de instancias sirven para socializar ciertas prácticas, conocimientos, cierto emergente que está ahí. Todo el mundo habla del tema pero no nos juntamos”.

Se realizó un taller de fanzine feminista a cargo del grupo Fanzine Times. La idea era generar contenidos manifestando las violencias que sufrimos las mujeres, “una puerta para hablar de las experiencias personales a través del papel”, en palabras de Luciana Holograma, miembro Fanzine Times. La autoedición como forma de “Escapar a las redes de información masivas y pasar más a esta cuestión del mano a mano”, agregó Luciana.

Al finalizar el taller las diferentes violencias que nos atraviesan se plasmaron en el papel, al respecto Julieta Fantini nos contó que desde Ni una menos “Estamos haciendo un especial hincapié para dejar de hablar de LA violencia de género para hablar de LAS violencias de género”. Entendiendo que las violencias exceden lo físico y tienen que ver también con violencia simbólica, psicológica, patrimonial, económica, mediática.

Cerramos el día con el Festival “Vivas y Libres nos queremos” en el Comedor Universitario. Elisa Gagliano abrió la noche uniéndonos en una carcajada cómplice, le siguió la murga Enganchate Cancán que, con sus letras, nos identificó a todas. BIFE fue una disrupción latente. Cuerpos transgresores que rompían con media canción los estereotipos de identidades de género que nos pesan hace siglos. Una liberación que se bailó en forma de cumbia. Y finalmente Miss Bolivia, fuerte e imponente en el escenario. “Me siento como en el Encuentro de Mujeres”, me dijo una compañera bailando, y no pude hacer otra cosa que sonreír eufóricamente y compartir la sensación. Al menos ahí, en ese minúsculo espacio del tiempo, el patriarcado no nos oprimía, en ese minúsculo espacio del tiempo fuimos libres.

Clarisa Alba Gomez

Fotos: Gabi Ojeda